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Introducción
Isaías camino por las atestadas calles de Jerusalén con el corazón apesadumbrado. su nación estaba un gran problema. los vientos de guerra amenazaban del norte. El joven se abrió paso hasta llegar al templo. Derramó su corazón a Dios en oración. y Dios contesto; El siempre lo hace. El velo del templo parecía haberse descorrido. En visión Isaías vio la gloria de Dios.

Esta experiencia en el templo transformó la vida de Isaías. Allí escucho el llamado de Dios: A quien enviaré y quién irá por nosotros?. Isaías llegó a enfrentar las prioridades de su Dios. El cielo entero está profundamente involucrado en una misión gigantesca de rescate del planeta tierra. Esa es la labor de los angeles del cielo y de los miembros de la Trinidad. todavía ante la presencia del señor, Isaías dice Heme aquí, enviame a mí. Isaías gasto el resto de su vida en el servicio del señor.
Interpretando el texto
En el año que murió el rey uzías, se le concedió una visión a Isaías en la que contemplo el lugar Santo y el lugar Santísimo del santuario celestial. Las cortinas interiores del santuario estaban abiertas Y ante su mirada se reveló un trono sublime y exaltado que se elevaba como hasta los mismos cielos. Una Gloria indescriptible emanaba del que estaba en el trono y su séquito llenaba el templo como su gloria llenará finalmente la tierra. A cada lado del trono de la misericordia se encontraban querubines y brillaban con la gloria que los envolvía de la presencia de Dios... estos eres santo cantaban alabanzas y tributaban gloria a Dios con labios no manchados por el pecado.
Tema
Antes de estar preparados para decir: Yo iré, envíame a mí, todo misionero debe ver lo que Isaías vio, oír lo que Isaías oyó, sentir lo que Isaías sintió, para poder hacer lo que Isaías hizo.
A. Lo que Isaías vio (6:1)
Vio el Dios de la gloria. vio a Jesús en toda su gloria. Juan 12:38.

La mayor necesidad de cada misionero es tener un encuentro personal con el Dios de la gloria cómo le ocurrió a Isaías. Es esta experiencia la que nos puede transformar y habilitar, para proclamar con poder las buenas nuevas de salvación.

Por eso, cuando al siervo de Dios se le permite contemplar la gloria del Dios del cielo al revelarse a la humanidad, y comprende el mínimo grado la pureza del Santo de Israel, no se envanecera por su propia santidad, sino que hará sorprendentes confesiones de la contaminación de su propia alma. Con profunda humildad, Isaías exclamó ay de mí que soy muerto; porque siendo hombre imundo han visto mis ojos al rey.

Fue después que Saulo de Tarso tuvo un encuentro personal con el dios de la gloria que fue capacitado para ser un poderoso misionero, capaz de ganar a muchos para Cristo por El poder del evangelio. Necesitamos esa experiencia, procuremos un encuentro personal con la gloria de Dios diariamente, antes de ir a proclamar la salvación en Cristo.
B. Lo que Isaías Oyó. (6:3)
oyó proclamar la santidad de Dios. Santo, Santo, Santo aquí es evidente que Dios nos quiere impresionarnos con su mayor atributo: la santidad.

Dios necesita santificar a cada misionero antes de enviarlo a cumplir la misión la búsqueda de la santidad debe ser un requisito fundamental si queremos que nuestra obra sea aprobada por Dios en esta obra Dios trabaja mayormente a través de instrumentos puros. Charles Spurgeon declaró: en cualquier llamado que el hombre pretenda tener, si no ha sido llamado a la santidad, ciertamente no ha sido llamado el ministerio.

El apóstol aconsejó, procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa fue sin la santidad nadie podrá ver al señor. (Hebreos 12:14)
C. Lo que Isaías sintió. (6:5)
¡Ay de mí, que soy muerto! porque siendo hombre de labios inmundos. La santidad de Dios contrasta con la pecaminosidad del hombre sólo cuando nos encontramos con el Dios de la gloria es que reconocemos nuestra condición de pecadores y buscamos con todas nuestras fuerzas a nuestro salvador.

Cuando nos comparamos con los demás nos sentimos bien, nos sentimos buenos. Cuando nos encontramos con Dios se revela nuestra verdadera condición pecaminosa. Necesitamos sentir lo que Isaías sintió: Reconocer nuestra condición pecaminosa para que el poder de Dios se perfeccione en nuestra debilidad.
D. Lo que Isaías hizo. (6:8)
Isaías no se quedó lamentando su condición pecaminosa, tomó la actitud de un siervo y dijo: heme aquí envíame a mí.

Después de encontrarnos con Dios personalmente, comprender su santidad y reconocer nuestra pecaminosidad, empezamos a tener un sentimiento de deuda, de hacer algo por Dios Y entonces decimos: Yo iré envíame a mí.
Avanzamos
Vivimos la vida excusando nos una y otra vez, solamente por no querer hacer la obra. Aceves cuando compartimos de Dios a las demás personas la gente empieza a sentir como si le estuvieras rogando que por favor vengan a Dios, como si pobrecito le estuvieran haciendo un favor a Dios. Pero entiende que Dios no te necesita, Dios no te necesita, Dios no necesita nada de ti, Dios no está en el cielo diciendo, es que yo necesito que este o está me sirva, porque si no, no se que voy a hacer. El libro de hechos dice que Dios no necesita hombres que le sirvan, porque el es el dador de la vida, el es que decide si hoy tu sigues vivo o no, si respiras en este momento o no, el es el que lo da todo. Dios no te necesita, Dios te desea. Dios no te da un trabajo para que simplemente se haga, Dios no es un Dios distante, el es un Dios apasionado, por sus hijos. Te imaginas poder tener una relación con un Dios como este, el te quiere a ti, el te ama a ti, el te desea a ti. Nos enfocamos más en decir Yo no hago esto, yo no escucho esto o lo otro, que se nos ha olvidado implantar, tener una relación personal con Dios.

Dejemos de hacer excusas y obremos para Dios. Démosle a Dios el lugar que Él merece en nuestra vida, y cumplamos con la misión que Él nos ha entregado. Dejemos de hacer excusas y digamos «Heme aquí, envíame a mí.«